jueves, 25 de abril de 2013

Mariana Fabbiani: "Decidí eliminar de mi vida la culpa"

Por Carola Birgin y Agustina Vissani

Viene de transitar años intensos y ricos. Hoy, más madura, consolidada y muy feliz, nos cuenta que cambió su concepción del tiempo y que quisiera congelar este presente en el que se conecta, principalmente, con el disfrute.


Termina la charla y, con su sonrisa enorme, nos agradece. Dice que le encanta que hayamos pensado en ella para ser la chica de tapa en el número aniversario. Y las agradecidas somos nosotras: festejamos nuestros cinco años con una entrevistada que viene acompañándonos en el crecimiento. En esto de ir pasando etapas, cambiar, no claudicar, arriesgar. Entonces, nos acordamos de la primera vez que tuvimos a Mariana Fabbiani del otro lado de la mesa, cafecito mediante: ella tenía 33 años y debutaba en el prime time con RSM. Hablaba de una edad divina, en la que una ya sabe lo que quiere y no tiene que andar demostrando ni demostrándose tanto. Después, nos volvimos a encontrar para el día de la madre de 2011. Mariana estaba estrenando su maternidad y no podía más de la alegría, la sorpresa, la intensidad de ese momento. Ahora, la cita es con una mujer más madura (dice ella), igual de plena, con otra concepción del paso del tiempo y la misma esencia de siempre. Desayunamos rico, cerca de su casa porque se tiene que ir volando a la adaptación del jardín de Matilda, su hija de dos años. Es un reencuentro ameno, en el que no faltan las risas, la complicidad, las reflexiones y confidencias. Es como haber invitado a la fiesta a una amiga de toda la vida. "De alguna manera, yo fui creciendo junto con la revista -nos confirma-. Los últimos cinco años fueron muy intensos también para mí, la etapa en la que me fui armando para ser quien soy hoy. Miro hacia atrás y me doy cuenta de que los veintipico, aunque ya te sentís adulta, en realidad son un caos. Los 30 te arman".

¿Cómo te encontrás con lo que armaste y sos hoy por hoy?
Muy bien. Estoy tan feliz con este momento de mi vida que quiero congelarlo. Con el crecimiento de mi hija, me cambió la concepción del paso del tiempo. Y ahí me pasó algo, quiero disfrutar más, tengo mucha más conciencia del presente para no sentir que no estoy viendo algo que me podría estar pasando ahora, que no lo estoy disfrutando.

Tanta conciencia también puede atentar contra el disfrute...
Sí cuando hacés el esfuerzo. Pero no cuando incorporás ese ejercicio como un hábito. Y es entonces cuando registro lo bueno que me pasa y quiero congelarlo. ¡Por eso me la paso sacando fotos! Para perpetuar el momento. En mi familia me cargan porque soy como una japonesa, voy sacando fotos por todos lados. Sobre todo a Matilda, obvio...

Bueno, cuando tengas otro bebé, esto va a ser un motivo de culpa. Porque a otro hijo jamás le sacás tantas fotos como al primero...
Ya lo creo. Pero yo decidí eliminar la culpa de mi vida.


¿Justo ahora que estás arrancando con la maternidad, que es una etapa en la que nos llenamos de culpas? 
Justamente por eso: ¡la estoy combatiendo! Y voy bien.

¿Cómo la combatís? 
Haciendo, hago cosas. Cada una tendrá su propia forma, yo sé lo que a mí me calma.


¿Qué cosas te calman?
Por ejemplo: si voy a ir a trabajar y pienso que me va a generar culpa dejar a Mati, me reservo mi ratito con ella; mi cuota cubierta es lo que después me permite disfrutar de otras cosas. Sé que eso me llena.

¿Qué hacen en esos ratos juntas?
Tomamos una merienda, jugamos... Trato de estar con ella de verdad, así que apago el teléfono, me olvido de todo.

¿Siempre?
Nooooo, no digo que lo hago siempre, pero es lo que intento, es el orden que intento imponer en mi relación con mi hija. Y lo de vivir sin culpa también. Porque la culpa me parece algo horrible. Sentir culpa me pone en un lugar feísimo conmigo misma, y tampoco me gusta que nadie que yo quiero la sienta hacia mí, libero de culpas. Es un sentimiento súper nocivo, y está tan instalado en nuestra cultura que intento no dejarme atrapar. Yo siento que a Matilda la educo sin culpa.

¿Tu marido es igual?

Sí, es muy parecido a mí, nos hemos ido contagiando mucho los dos. Mariano (Chihade) es un tipo súper gozador, y a mí me contagió esa energía positiva. Cuando yo estoy con culpa, él me libera, y yo lo libero a él.



¿Estás haciendo meditación?
Ahora no, porque, como les digo, en esta etapa del disfrute no llego a enredarme tanto, no llego a ese lugar negativo del pensamiento, a hacerme problema por cosas que no son. Eso sí, reconozco que tengo que analizar las cosas para entenderlas y poder superarlas, no soy tan liviana, no es que las cosas me pasan y no me doy cuenta. En algún momento hice meditación, pero soy muy ansiosa y me cuesta horrores. Todo el tiempo te están diciendo lo que hay que hacer para estar bien, y cada una tiene su propia fórmula. Lo que hay que hacer es conocerse.

¿Porque te conocés mucho fue que decidiste volver a hacer tele y te pusiste al frente de El artista del año?
Sí, en un momento dije: "Necesito conectarme con mi trabajo". Esto después de estar un año conectada con Mati y no trabajar. Que, por otra parte, me hizo muy feliz. Yo no tenía la urgencia, estaba bien. Me había propuesto darme este tiempo, quería hacer un montón de cosas que tenía pendientes para mí. Pero no sabía qué me iba a pasar sin laburar, qué me iba a pasar con mi ego.

¿Y qué te pasó con el ego el año que no estuviste al aire?
Nada de todo eso que por ahí temía. Sentí que estaba cosechando lo que había sembrado. Miraba para atrás y me sentía orgullosa de lo que había logrado. Fue una linda sensación, como de plenitud. La idea era soltar y ver qué pasaba, ¡y la pasé muy bien!

¿Extrañaste toda la parte de lookearte como cuando tenés que estar frente a una cámara?
No; le di mucha bolilla, ¿eh?, pero de una manera diferente. Yo siempre viví a las apuradas el "¿qué me pongo", y a mí me gusta mucho la pilcha. Durante ese año, tenía tiempo para vestirme sin obligaciones, así que me puse muy creativa. Me cuidé con más dedicación, incluso. Y hasta tuve tiempo para acomodar el placard y regalar mucha ropa.

Tus amigas, ¡chochas!
Ellas y yo, porque estaba con mucha necesidad de acomodar, de ordenar y ordenarme. Sentía que todo estaba muy lleno y tenía que hacer espacio para que entrara lo nuevo, necesitaba sentirme liviana y soltar.

Esto también tiene que ver con un momento de mayor estabilidad.
Tiene que ver con la edad, con esto de poder decir: "Pará, ya soy grande, ya decido". Esto lo quiero para mi vida y esto no, necesito determinada cosa o ya no dependo de esto.


Hablando de soltar, este año que pasó también aprovechaste para viajar mucho, ¿necesitabas esa sensación de libertad?
Sí, disfrutamos un montón. Y tal cual, nos fuimos los tres solos a Europa, sin ayuda ni nada, y estuvo buenísimo. Nos conectamos mucho los tres.

Eso que Europa no es muy amiga de los cochecitos...
¡No!, terrible. Y yo, que estoy acostumbrada a viajar con todos los artefactos, toda la organización, de pronto, me encontré en ciudades que no están hechas para ir con chicos. ¡En París odian a los niños! Los taxis no te paran, en los restaurantes no hay sillas especiales, ¡es imposible! Pero eso también fue crecimiento para mí. Relajarme, disfrutar, viajar liviana y salir de la burbuja de seguridad.

Venías de viajar y estabas tan contenta, ¿te costó ponerte las pilas para volver a trabajar?
No, porque me gusta mucho lo que hago. Y me entusiasmó la posibilidad de trabajar con Mariano. Nunca habíamos trabajado juntos.

Pero vos ya habías probado antes la fórmula de que tu marido fuera tu productor, ¿cómo viviste esto de repetir la experiencia?
Muy bien. A nosotros nos unió muchísimo en planos en los que no nos conocíamos. Es un placer total que solo tiene una contra: estamos acá los dos juntos, así que no nos podemos turnar con las cosas de Mati. Pero incluso en eso encontramos la forma.

Siendo conductora y productor, ¿nunca discutieron mal?
La verdad es que nos llevamos bárbaro. Obvio que discutimos algunos temas laborales, porque nosotros tampoco somos de esas parejas que jamás discuten. Pero ninguno de los dos es de los que complican las cosas en el trabajo. Él a veces me da la derecha a mí, a veces cedo yo... Nunca se nos fue de las manos, y la experiencia fue súper enriquecedora para la pareja y para el producto.

¿Suma en la pantalla la buena onda detrás de cámara?
¡Muchísimo! Para mí, es algo muy mágico lo que pasa con el público, algo que no se puede explicar, y cuando vos no estás bien, no estás contenta con lo que estás haciendo, no te estás divirtiendo, eso se nota en la pantalla, la gente lo recontrapercibe. Ni siquiera es una percepción en el plano consciente, tiene más que ver con la energía, y una tiene que trabajar en estar bien, no solo por una, sino para trabajar mejor, que sea más ameno. Soy una convencida y trabajo mucho con esto de llevar alegría, de disfrutar, dejar los problemas de lado.

Entonces, esto de priorizar el disfrute es un negocio redondo: te hace bien a vos y, profesionalmente, te lleva a rendir más en el trabajo...
Total. Es que es así: si no tengo un buen día y tengo que trabajar, me quedo un rato sola, me desconecto y descargo toda la carga negativa que puedo llegar a traer. Porque el que viene de mal humor se lo transmite a todos, y yo, que soy una esponja, absorbo muchísimo.


¿Eso es consecuencia de ser líder de grupo?
Eso es consecuencia de ser yo (risas) y de ser mujer. Nosotras las mujeres somos mucho más integrales que los hombres. Ellos pueden separar lo que les pasa en la vida de lo que les pasa en el trabajo, a nosotras se nos mezcla todo.

Por ser una esponja, ¿también te cargás responsabilidades de otros?
Eso no, yo ya no me quedo con nada que no sea mío. Me comunico, digo lo que me pasa, soy honesta y, si bien me hago cargo de lo que me pasa, no me hago responsable de lo que les pasa a los demás. Cuando una se comunica con claridad, no hay margen de error. Le decís al otro: "Vos venís con este mambo que no es mío", sin gritar, sin enojarte, pero planteando las cosas como son.

¿Lo aprendiste con el tiempo?
Sí. Es parte de la madurez ir ocupando roles de mayor responsabilidad en los que es necesario hacerse cargo de lo que pasa, poner límites, frenar lo que no se está haciendo bien. Ya no puedo hacerme la boluda con ciertas cosas.

¿Te sentís madura?
Claro, es una realidad. El otro día, me pasó algo que nunca me había pasado. Me llamaron para hacer una campaña y me pidieron que escribiera mi currículum. Al principio, me pareció raro, pero ¡fue un ejercicio buenísimo! Empecé en el 93 con el clip de Luis Miguel y ya pasaron veinte años. Es verdad que era muy chica, pero pasó muchísimo. Y, de repente, tuve la conciencia de que ya no soy más una nena, que me siento con la autoridad para ser yo misma, que puedo elegir, confiar en lo que sembré, estar tranquila. Nunca me había sentido así. Obvio que me gustaría seguir sintiéndome chica para algunas cosas, pero también está bueno tomar responsabilidad del paso del tiempo, vivir una etapa más real, más calma, mucho más linda. La desesperación de los 20 es horrible...


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